Nuestras Tribus Urbanas

LOS PLACERES Y LOS LIBROS



Nuestras tribus urbanas
Por Artemio Echegoyen / La Nación
Tribus adolescentes, ojo. ¿Peligro? La expresión “cualquier chocolate” tiene que ver con la sangre derramada por navajas flaites en actos asesinos del punguerío (perdonad este arcaísmo) teen-ager.

Pelos Parados, mechón al ojo pintado, atavío azabache, beisbolera al verre, cabellera santurrona: máscaras y efigies desafiantes pasean por la calle y algunas mascan chicle.

“¿Qué significa ser pokemón, visual-kei, peloláis, emo, gotic, lolita, flaite u oshare?”. Este reseñador nunca fue radical, bombero ni masón, y tampoco colocolino ni del Opus ni del Movilh, y ni siquiera hippie.

Queda para adentro (crisis de pertenencia): cuánta tribu recuriosa anda por las veredas de Chile, según este libro que da cuenta minuciosa de ellas y sus Weltanschauungen donde la imagen visual y lo tránsfuga sexual dejan marca tatuada, a veces con impronta nipona.
“Ciertos ruidos”, de Andrea Ocampo Cea (Santiago, 1985), exhibe una escritura barroca conceptual (“El cuerpo está encostrado en el rostro y el rostro funciona como pantalla del sistema de significaciones que adquiere el cuerpo en su historización. Esto es lo que Deleuze y Guattari han llamado rostricidad”) que lo aclara todo de una.

Es un estudio de “las nuevas tribus urbanas chilenas”, y un catálogo de los “términos más nuevos y más populares”. Tribus adolescentes, ojo. ¿Peligro? La expresión “cualquier chocolate” tiene que ver con la sangre derramada por navajas flaites en actos asesinos del punguerío (perdonad este arcaísmo) teen-ager.

Otra página: “El pokemón/joven ya no tiene convicciones futuristas, ha heredado la derrota de un aparataje sociopolítico y hoy se alimenta de la estética ( ) y de la imaginación fantasmagórica de lo sensible”. ¡Alalau!, dirían en quechua: el pokemón (una de las muchas tribus) es descreído, puro aspecto y besuqueo analizable.
“El gesto tribal chileno es la reapropiación como instancia para satisfacer aquel deseo hegeliano que, como primer momento de la autoconciencia, hoy se repliega en un último paso de baile”: más claro, agüita, pues “este deseo no supone la nulidad del otro, sino que [sic] del sí mismo ( ) el ponceo, finalmente, codifica lo nuevo como eclipse y suspensión de la experiencia, pues ni aunque el beso ni la saliva sean algo en sí, la saliva redistribuida deambula entre dos mundos desheredados: la experiencia muda del ego y el recado amoroso y rebelde por Fotolog”.

El “ponceo” es una pila de besos democratizados sin solución de continuidad. Al lector se le seca la boca.La autora, cuya erudición se filtra por sus comisuras, es poeta y estudiante de filosofía: su mirada infunde respeto. ¿Cuál es su tribu? Flotemos en la ignorancia. Lectura actualísima para apatotados sin corral.


Ficha Técnica
Título: Ciertos Ruidos
Género: Ensayo
Ensayo: Andrea Ocampo
Editorial: Planeta, 2009
488 páginas

Disponible aquí.

0 comentarios:

Publicar un comentario